Cabeza de mis Cosas

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    Cotilla

    Las redes sociales son nuevas formas de enterarse de las vidas ajenas. Un cotilleo total de vidas ajenas. Hay personas cotillas, chivatas, chismosas, correveidiles, y eso es lo que está pasando con estas redes. Está en la condición humana el fisgón y que además lo cuenta.
    Sus vidas propias son simples. Tanto que están faltas de contenido y las rellenan con vidas ajenas haciéndolas propias. Se meten, opinan, critican, desbrozan, destrozan. Simplezas que solo en su corta existencia, y no de tiempo, dan grandeza de sabiduría.
    Exponen, se exponen, cuentan, radian su propia vida al viento. Paso a paso. Minuto a minuto. Sin más importarles que los demás se lo digan y consientan.
    Ese sentimiento de pobreza vital les reafirma para sentirse con la fuerza de hacer exactamente lo mismo con las vidas ajenas. Que ni cuentan ni se exponen. Simplemente trasladan hechos. Cuentan historias o demuestran sus habilidades. Pero nunca su vida privada se explica.
    Ahora es cuando ven en las demás la que ellas no tienen. Vida propia. Vida privada. No existe vida fuera de las redes, no hay nada en la vida real. No hay amigos, no hay amigas. No se habla por teléfono, no se mandan cartas escritas, no hay libros, ni un café acompañado.
    Que no tienen otra cosa que hacer en sus vidas que contar la de los demás en público y por privado. Contarle a uno lo del otro. La una la de la otra. Esa gran figura del cómico José Mota, la vieja del visillo, es claramente lo que está degenerando muchos casos de perfiles en las redes.
    Las consecuencias inevitables de rupturas de amistades creadas en la falsedad de la red. Ansiedades enfermizas por la falta de respuestas deseadas. Agobios patológicos que degeneran en depresiones totales.

    Estas son las consecuencias de una real realidad irreal. 
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    Reloj de Arena

    Al reloj de arena no le dio la vuelta, simplemente le puso la mano encima y la arena empezó a subir.
    No dejó el reloj hasta que el tiempo recorrió su amargo camino en dirección opuesta al ya recorrido.
    El mundo por un momento se paralizó y lentamente su sentido de giro cambió de izquierda a derecha.
    Los sucesos acaecidos se deshicieron a la misma velocidad con la que habían ocurrido.
    La sangre volvía a su cuerpo, el cuchillo salía de su garganta, y los ojos se abrían de nuevo.
    El canalla se retiraba lentamente, como había llegado.
    Justo en ese momento levantó la mano del reloj, sacó su pistola reglamentaria y apuntó certeramente entre sus ojos.
    Juzgado y condenado por el intento de asesinato de su ex mujer.
    Solo el poder del reloj de arena había conseguido salvar una vida.

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    CORRESPONSAL

    Cuando vas a la guerra corres el riesgo de que te supriman, de que te maten. En la paz corres el riesgo de que mueras o de que te aparten.
    Y solo por esa gran diferencia es por la que unos valientes, amantes de su profesión, se juegan la vida, que los supriman, para que otros, en la paz, se enteren de que en las guerras hay muertes no deseadas. Muertes o asesinatos. Da igual, el que muere no quiere morir y el que mata, sí quiere matar. Una gran desavenencia en las formas de entender un conflicto.
    Los que andan con armamento de películas fotográficas, con tarjetas micro SD, con réflex de última generación, no disparan fuego, pero si reflejan el fuego, el horror de una sinrazón. Plasman en los ojos de la paz los horrores de la otra tierra, esperando que los que están sentados en sus cómodas butacas salten por el ruido de las imágenes de cientos de almas rojas cubiertas de la insensatez de muchos.
    Sus chalecos no terminan en puntas, ni son de colores de sedas, ni cubren el cuerpo entero; las balas, a veces, no entienden de trayectorias precisas y se alojan entre ojo y ojo; no rebotan en el Kevlar, entran en el bajo vientre y duelen hasta eliminar la posibilidad de que la réflex con Wifi transmita su propia muerte.
    Son personajes de aventuras, o son idealistas de vocación. Son los que ellos quieren ser. Y quieren con una imagen retorcer a los que estamos llenos de avaricias y lujurias.

    Pocos hacen mucho. Nos dan donde más nos duele, pero el problema es que cada vez el callo es más duro y está más lejano de nuestra alma.
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    Naturalezas

    En estos dieciocho meses que llevo en estos lares, he podido comprobar que la naturaleza es cambiante según las condiciones del lugar donde te encuentras. Algo lógico pero que muchas veces no damos más importancia que al hecho de sentirla, sin profundizar en el porqué del hecho mismo.
    Me explico. Un ciudadano que vive en un sitio determinado, con unas condiciones de temperatura y altitud determinadas, y que nunca ha salido de ese lugar, no entiende como en otra parte del globo terráqueo hay otras condiciones. Solo que son distintas y, como casi siempre, además las envidia.
    Este tiempo que llevo viviendo aquí, descubro que el clima no sólo está en función de la temperatura, sino también de las condiciones de latitud donde se ubica la ciudad. Con muy poca distancia, quizá debido a la propia orografía, se pueden tener cambios muy importantes en las condiciones habituales de vida. El subir un par de kilómetros en altura, desplazarse a través de una montaña una decena de kilómetros o estar protegido por el valle de turno, hacen que las condiciones sean muy particulares.
    Todo esto nos lleva a que las personas que vivimos en esos sitios determinados, no son exactamente iguales, están influenciadas por ese hábitat particular. Donde las condiciones condicionan sus vidas. El calor, el frío, la altura, la distancia, la luz, el sol, la luna, el aire o el agua les lleva, nos lleva a una vida, a un carácter, a unos sentimientos tan distintos unos de otros.
    El frío, la falta de luz, los días sombríos y mercurianos, nos hacen personas más tristes y con muchas carencias.
    Los sitios de luz total, calor extremo, noches cortas, hacen de esas personas, más espontáneas, más bulliciosas, más alegres.

    El caso es que siempre estamos envidiando lo que tienen otros, sin apreciar que lo nuestro siempre tiene sus valores. Queremos estar dónde no estamos y ser quienes no somos. No es cuestión de inconformismo, sino de envidia, a veces sana, otras visceral.
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    Cuando mi alma vuele

    Cuando mi alma vuele y deje mi cuerpo, el día se convierta en noche y la eternidad sea alcanzada; la soledad desista en ser mi compañera de vida terrenal y se convierta en la paz del espíritu.
    Los espacios se llenen únicamente de sentimientos, el verso se vuelva libre y aflore sin retraerse.
    Solo entonces la felicidad será completa, la tristeza se convertirá en alegría, la envidia en pasión.

    Y el amor en existencia 
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    Pastilla

    ­— ¿Porqué eres roja?
    — ¿Y tú azul?
    —Pues no lo sé con seguridad, debe ser para diferenciar el principio activo.
    — ¿Y eso que es?
    —Dicen que es lo que hace que se cure la enfermedad.
    —Pues yo es visto a muchas y de muchos colores. Se ve que hay muchas enfermedades entonces.
    …..
    —Carmen ya me has cambiado las pastillas. Estas no son.
    —Que si Ricardo, que son estas. Las han cambiado, ahora son de otro color y más grandes.
    —Tú lo que quieres es matarme, me estás engañando.
      *******
    —Así es imposible tomarse una pastilla. Hay que morderla y hacerla más pequeña. Me atraganto.
    —Tómatelas con mucha agua, que luego se te quedan por ahí y toses. Ah y de una en una.
    —Yo todas de golpe y un buchito de agua.
    .*******
    ¿Cuántas veces hemos oído estas conversaciones? Muchas. Demasiadas quizá. Es solo una prueba de la gran variedad de presentaciones que existen, en tamaño, forma y colores. Y no se queda ahí la cosa, ya que cada cierto tiempo hay alguna mejora, una nueva técnica o simplemente, una nueva fórmula de venta. Y vuelta a cambiar el producto.

    Y vuelta a tener y escuchar la misma conversación.
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    Morir en vida

    Siento la angustia por el miedo que me invade, el dolor me cruje el alma, la sangre se espesa en el corazón. Un recuerdo de vidas frustradas por avatares sin sentido.
    Escribo lleno de rabia, no hay lógica en la vida. Se van los que nunca deben. Llenos de juventud. La añoranza es total. Mi desánimo absoluto. No entiendo nada.
    Pienso rasgar los cabos de mi nave y viajar a una deriva sinsentido. Vientos y tormentas. Rumbo sin rumbo, directo a un naufragio. Estrellado en los acantilados.
    Lloro de desánimo y sereno mi espíritu. La soledad me relaja, me vuelve el sentido. Comprendo la vida. Calma el tiempo. Los vivos viven y necesitan vida.

    Morir en vida es peor aún. 
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    DENTRO, Intimidades Con los libros

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    La hucha amarilla

    Esa mañana fue muy especial. Venía el padre Arnal a contarnos una historia de África. Allí había niños como nosotros que pasaban muchas necesidades. Era la historia que a mi corta edad estaba deseando escuchar. Cinco años atrás la contaban los mayores y piro fin llegó mi momento de ser el protagonista de oír de su voz la famosa historia y su consabida competición.
    Había que recaudar dinero en unas huchas amarillas con tapa azul y un candado. Yo las llevaba viendo años atrás y quería que ya me tocara a mí sacar dinero para los de África.
    Al terminar de contarnos la dichosa historia, la verdad es que me parecía tan extraña a mi edad, que más parecía un cuento que la realidad; nos pusieron por parejas y repartieron las famosas huchas. Primero hicieron una lista con los nombres de cada uno que formábamos las parejas en orden de como las iban dando, luego las repartieron y a mí que tengo el apellido del final del abecedario me tocó con mi compañero de pupitre pero esas huchas amarillas de tapa azul y candado se habían acabado y nos dieron un bote de Colacao pintado de amarillo y una tapa de hojalata con una raja en medio. Vaya gracia. Tantos años esperando la famosa hucha y ahora me tocaba la mirada de un bote.
    El caso es que durante la semana y hasta el lunes siguiente teníamos que recaudar dinero.
    Yo le dije a mi compañero Ricardo que se llevara la hucha, el bote, a su casa, que le fuera pidiendo a toda su familia, incluso a quien se encontrara por la calle, yo me quedaría la hucha el fin de semana.
    Pasaron los días. El martes, el miércoles, el jueves y Ricardo decía que nadie le echaba nada, solo su padre y su madre. Le dije que el viernes fuera a ver a sus abuelos. Esos siempre nos dan todo lo que pedimos y por la tarde me daría el famoso bote.
    Casi llorando me lo dió.
    -no te preocupes. El lunes ganaremos de sobra. Ya verás.
    Incrédulo por mis palabras, me la dió y nos despedimos.
    El lunes vería la gran sorpresa. La hucha a reventar. Y ganamos la competición de calle. La caja de los colores Alpino de veinticinco y el estuche de dibujo técnico con su caja de tiralíneas era nuestro.
    -¿pero cómo lo has hecho?
    – fácil. Lo llevo pensando cinco años. El domingo me recorrí todas las iglesias. Y a la misa de cada una. Y a la hora de las limosnas, me adelantaba yo con la hucha y me la llenaban hasta que el cura mandaba al sacristán a por mí. Pero a correr no me ganaba nadie.

    Esa caja de tiralíneas tenía que ser mía 

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    Valiente

    Una ciudad pequeña, con calles blancas y de ligeras pendientes, bañadas por el clima excepcional levantino siendo una villa del interior, gente sencilla, muy humana, vive de lo que da la tierra, marca su carácter.
    Ella, una mujer de su casa, amante de su familia, de sus niños, se revelaba a una situación de encierro en esa urbe de barrotes de madera de olivos y almendros. Su horizonte estaba en la luna, aunque muchas veces adivinaba los rayos del sol. Hambrienta de todo, no había nacido en la ciudad donde podía satisfacer sus grandes anhelos de cultura. Formada en la simple escuela, todo lo que caía en sus manos lo devoraba hasta adivinar los entresijos de su funcionamiento. Sobre todos las hojas de los libros. Y digo las hojas porque muchos de ellos solo tenían hojas, ni tapas, ni fundas, ni prólogo, ni finales. Pero esas hojas le enseñaban un nuevo mundo mucho más amplio del que tenía en su cárcel de corto paseo. El desayuno en la plaza, los cotilleos, de la merienda, la salida a por el pan. Y los extraordinarios que le daba su marido con algún viaje por los alrededores a conocer que había detrás de esos almendros y naranjos.
    Llegó la herramienta, la llave, el instrumento de ampliar su vida, de llevarla donde le faltaba, esas estanterías vacías y yermas que habitaban en su cabeza. Ese ordenador le habría las posibilidades nunca previstas en su bella ciudad pero tan corta en más vidas. No se conformaba con el solo hecho de dejar pasar su vida sin traspasar sus fronteras sin pasaporte.
    Descubrió que había más vidas, más opiniones, más cultura, más mundos, más historias que vivir, mas cosas por aprender, más emociones que sentir. Más documentos por leer, más libros con tapas por sentir. Ambiciones que fuera cumpliendo con esfuerzo, se sentía, mínima, baja, por debajo de ese mundo que ahora le tendía la mano. Le agobiaba no estar a la altura.
    No sabía que ella tenía algo que muy pocas personas tenemos, un pundonor sin límites, un sentido del ridículo excepcional. Y unas ganas por aprender que no tenían límites. Y más ahora que los almendros, los naranjos y los olivos solo eran unos árboles de sombras y frutos, y no barrotes de cárcel.
    Preguntaba, si hacía falta, mil veces lo mismo, encontraba comprensión, aprendía, rectificaba, se ilusionaba, se movía poco a poco en otro mundo, su ambición creía al ritmo de su cultura. Nadie es más que nadie. Esa es era su meta. Tú sabrás de tu vida y yo aprenderé hasta donde mis librerías se llenen en mi cabeza.
    No tenia limites aquellas baldas, se iban llenando de libros, de hojas, te técnica, de tecnología, de conocimientos. De espontaneidad. De saber. De experiencias.

    Una luchadora, una superación de esfuerzo, una persona valiente.
    A ti Rosana
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    GANAR O INTENTAR

    Lo importante es participar. Pues no, no estoy de acuerdo. Lo importante es ser el primero, ser el mejor. En el deporte, en el trabajo, en tu hogar, con los amigos, en la sociedad. Competir siempre. Pero no por competir sino por mejorar. Esa frase que la llevamos oyendo años creo que se creó para no frustrar a una juventud inmadura. Históricamente se le atribuye al barón de Courbertin aunque fue Ethelbert Talbot quien la pronunció por primera vez.
    Pero vamos a ver. Quien no quiere aprender más? Quién no quiere ser el mejor en su trabajo? Quién no quiere amar más a su pareja? Quién no es competitivo en la vida hasta extremos límites?  Jugamos a la lotería para competir? Nos quedamos en nuestro de trabajo mirando como nuestros compañeros promocionan y ganan más dinero? No nos peleamos, si hace falta, en la cola del pescadero para colarnos? No intentamos engañar a la enfermera para que nos adelante la consulta? Estamos compitiendo siempre. Pero nunca por el placer de solo competir, de sólo participar en la vida. Yo no participo solo, participo para mejorar, para aprender más, para querer más, para ganar más. Para ser el mejor. El campeón tiene nombre, campeón. El segundo casi también, subcampeón. Poca imaginación para quien la inventó. Y el tercero? Yo ni siquiera quiero ser tercero en nada. Siempre estoy mejorando en todo lo que me rodea y me interesa, claro. En toda competición el fin es ganar. Y si no se gana, prórroga. Hasta que el vencedor se adorne con el laurel en la cabeza. Ya lo significaba Luis Miguel Dominguín. Número Uno. Y debajo nadie.
    Aunque todo en la vida tiene que ser relativo. Ser el mejor con respecto a que. Ser el número uno en el tiempo y en el espacio.
    Esto solo lo escribo con la intención de no quedarnos en la conformidad de lo que tenemos. De un mundo sin más pretensiones de las que te dan, de las que trae la vida. No salir a buscar más oportunidades, hacer mejor tu propia existencia.
    Aspirar a ser lo que deseas. Lo importante es intentar, no participar. 
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    Odio

    Un matrimonio de años, con una relación, hasta los diez primeros, buena; sin ser excesivas las demostraciones de amor y cariño. Quizás, su juventud en una aventura tan marcada en sus vidas, no les supo encauzar como ellos querían. No supieron crear unos cimientos sólidos para una vida en común. Llegaron las dificultades y con ellas las relajaciones en no solucionarlas. Y se acrecentaron hasta dejarlas pasar. La frialdad era una tónica. La incomunicación sus carriles de conducción. La falta de cariño la desgana.
    Todo ello conlleva al total derrumbamiento de la pareja. Creando un matrimonio de dos individualidades. Y los hijos por medio, una crueldad casi.
    Una separación anunciada. Pronto las terceras personas entraron por medio. Y cuando se deja de querer, se deja de sentir, se deja de pensar en esa persona que ha convivido tanto tiempo a tu lado.
    El odio arranca con fuerza, virulento, con saña. Pasa del amor, de la amistad, del solo cariño al extremo opuesto.
    La furia más extrema, el desprecio más sublime, de la vida a la muerte. La indiferencia no existe. La sangre se vuelve visceral, calienta más que el infierno. El daño extremo. Verlo en lo más bajo del escalafón humano para clavar estacas que le hundan más abajo. Verle muerto no sería una satisfacción. Solo un mero contratiempo por verlo sufrir menos. 
    El tiempo esta en contra del odio. Lo anima, lo ensancha, lo alarga, lo engorda. Anida tan dentro que arrancó cualquier atisbo del amor que hubo.

    YO Odio al Odio.
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    El Amor te Elige

    Sus miradas sabían expresar sus sentimientos, transmitían su complicidad y sus ilusiones. Se veían poco, encuentros fugaces, pasillos llenos de gente. Entradas en ascensores atestados. Pocas palabras, muchas sensaciones en sus ojos. La vida cotidiana era bonita y dura a la vez. Los días eran eternos y efímeros otras veces. Siempre al contrario de lo deseado. Tan cerca y tan lejos. Juntos en el mismo edificio, aquel grandioso hospital. Unidos por una misma oportunidad de servicio a los demás.
    Sus vidas personales eran muy complicadas. Y la necesidad de no implicarse en otras por hacer sufrir, llevaban al efecto contrario en élla. Cuanto más se apartaba, más lo deseaba. Notaban que sus corazones vibraban pero no en la misma sintonía que necesitaban.
    Pasan los días. Las miradas frustran. Las vibraciones son de sinfonías lentas y de notas tenues. Ya no explotan en óperas de Wagner. Se distanciaba el amor. Ese amor que te llega sin que lo busques.
    El dejó al amor antes de hacerla sufrir. No quería implicarse en vivir junto a ella, hasta que su cáncer le diera una esperanza cierta o un fin seguro.

    Nunca se sabe cómo reaccionamos ante el amor hasta que no lo vestimos a nuestro gusto.  
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    Duerme en tu almohada

    La palabra fin, al final de mis relatos me deja un vacío enorme. Es una sensación de poner todo lo que hay en mí en ese relato. Me dura unas horas hasta que por fin recupero la sensación de haber puesto lo mejor en esas sílabas. Me salgo fuera de mi. Me observo, me analizo y me mando la energía pérdida en el esfuerzo de la escritura.
    Ahora es cuando ese relato, que ya está escrito, pertenece a los demás. Ya no está en mi. Es más, no me gusta releerme, no me creo que yo escriba esas cosas. Parece que otra persona dentro de mi es capaz de hacerlo, siento que nunca las hubiera escrito. Algunas de mucha calidad. Otras menos. Pero todas con la máxima imaginación. 
    El relato está terminado. Hay muchos ya. Pueden ser un libro. De hecho ya hay uno terminado y en manos ajenas y amigas siempre. Un libro siempre es un amigo fiel. Nunca te abandona. Es más, es abandonado muchas veces pero cuando menos te lo esperas o cuando más lo necesitas, vuelve a tus manos casi sin darte cuenta. Lo has leído. Te ha gustado. O no. Lo dejas en un sitio, casi siempre donde debe estar. Otras en cualquier lado.
    El libro no termina con su lectura. No acaba dejándolo en un estante o en un cajón. El libro siempre está. Siempre anda dentro de ti. En su rincón. Durmiendo en un letargo. Y casi sin darte cuenta un día se despierta y vuelve a tus ojos. Vuelve a tu cabeza. Recuerdas algo. Algo en ese momento de tu vida recobra vida. Ese es el libro. El que siempre te acompaña. El que te ayuda, el que te enseña, el que aconseja, el que te apoya. El que te hace vivir tus sueños. El que te lleva donde nadie llega. Te ama, te enfada, te hace llorar y reír. El libro no se acaba con la palabra fin.

    El libro siempre duerme en tu almohada. 
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    Las señoras de la calle

    Diario de cafetería. Lunes primer café. Ricardo va y suelta de golpe -oye os acordáis de Carmen? Pues la vi el otro día con Arturo. Llegó a mi despacho y me dió dos besos y no me callé. Le pregunté si es que estaba ahora con Arturo por que el chico con el que estaba saliendo es Carlos, mi chófer. Me quedé alucinando porque ni afirmaba ni negaba.
    – Pues creo, dice Inma, que ahora trabaja en Simano. Y esta liada con aquel que tenia tanto dinero.
    -Pues con la edad que tiene juega a tener a uno con dinero y a otro para pasear.
    – Pues Ana más todavía. Se presentó en la panadería con un vestido blanco casi transparente y yo con mi hija le veía hasta el tanga rojo. No es por cotillear, pero estas cosas nos dan vidilla.
    Después de tanto tiempo donde las Señoras de La Calle, sabíamos obras y milagros de todo el barrio. Por nuestras tiendas, la corsetería de Carmen, el estanco de Luisa, el bar de Manoli, la lotera Juani, y mi exclusivo café se nos contaban todas las historias de medio mundo. Cuando no nos traían a un jefazo de la política, nos venían con un alto cargo de la jefatura de policía o una alta autoridad de la empresa nacional, algún artista de lis pata negra, un cantante de última generación de esos que se chupan hasta los huesos.
    Y los fines de semana a pasar lista a todos y todas lis que desfilaban por nuestros negocios. Los viernes por la noche, todos salvo en vacaciones y fiestas de guardar, nos íbamos a cenar y a tomar una copa tan a gusto. Siempre caía algunos de los parroquianos más alegres, de esos que tienen buena conversación de mujeres y nos siguen las bromas y chistes. Ricardo de los habituales, era más mujer que hombre muchas veces y que no se malinterprete. Pero tenía ese punto femenino más agudizado que otros. El comadreo era nuestro desahogo semanal. Nos poníamos al corriente de todo lo que pasaba a nuestro alrededor. Que personaje nuevo llegaba, que macizo estaba por la ciudad, el cantante que se tomaba el aperitivo con alguna que no correspondía. Los que venían de estirados e intentaban ligarnos alguna de nosotras.
    Total unas risas y un rato de asueto. Pero el tiempo, cruel a veces, nos hace dejar las buenas costumbres. Al principio, que si Carmen tiene pareja y ni podrá venir, que si el marido de Juani ya se mosquea, total un viernes ya no quedamos y al siguiente faltan dos y luego un mes sin vernos todas. Y luego pasa un año. Y al final forzamos una cena para navidad. Pero nuestras cara son el espejo de la de enfrente. Y se me nota en su cara como ando ya. Las risas crean unas extrañas raya alrededor de los ojos y no me lo explico.
    Y ahora nos conformamos con que un buen cliente de siempre nos altere la monotonía con algún chisme con fundamento. Aunque sólo sea por lis buenos recuerdos.

    Los años no pasan igual para algunas. 
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    LIBERTAD

    Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe… Sólo la cultura da libertad… No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.
    (Miguel De Unamuno, escritor)
    Asensio Txentxo Piqueras
    Mucho que discutir con don Miguel de Unamuno. La cultura y el saber dan libertad. Pero ¿Es más libre un catedrático que un pastor de las Hurdes? La libertad se consigue pensando y razonando las cuestiones que tu conciencia te vaya creando. Y obrar en consecuencia. ¿Se es más libre por tener más conocimientos, más cultura? La cultura es también el conocimiento del propio entorno, de tu medio de vida, de tu propio carácter. No eres esclavo de nada ni de nadie, salvo de ti mismo. Que tu sí que te atas, te amarras a tus miedos y a tu mediocridad. Eso sí te hace ser cautivo. Ahora implica la responsabilidad de la elección, del bien o del mal, pero aquí no quiero entrar en disquisiciones teológicas. Tu libertad está dentro de ti. Solo tienes que juzgar y conocer más lo que te rodea. Serás siempre libre para elegir lo que tienes que hacer. Tus alas te las das tú.
    La libertad que hay que dar a un pueblo es la opción de que pueda decidir por sí mismo que es lo que quiere, sin coacciones de ningún tipo. ¿O es que el Sr. Unamuno tenia la propiedad de la libertad y la daba a su antojo?  

    ¿Quién da la libertad, la cultura o cualquier otra cosa que nos haga más libres?   
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    Chef

    Noche de pesadillas, malestar general, dando vueltas en la cama y las veces que abres y cierras los ojos después de cada ligero sueño. Aparecen sin parar los mismos dibujos con distintas disposiciones. Líneas que cambian, colores que varían, sabores que se mezclan, texturas que no encuentras.
    Desesperas cada vez que ves la hora en el reloj, solo varían las cifras de los minutos. Cada vez el mismo sueño, que siendo un soniquete, va formando una estructura con aparente lógica, formas que huelen, miradas que crean sensaciones.
    Algo se crea con racional prudencia. Destapas tus párpados y miras la luz. Ya es de día, ya puedes comenzar, ya tienes idea de lo que quieres y como lo quieres. Quizá no salga, con en el último sueño lo viste terminado pero sabes qué pasos has de dar.
    Has visto completado lo que aún no has empezado. Es como ver al David dentro de un cubo de mármol. Tu sí lo tienes. Ahora a quitar y poner hasta conseguirlo. A la compra lo primero, al mercado buscando las delicias del campo, la huerta y el mar. Verduras, carnes y pescados. Sales y azúcares. Aromas y perfumes. Cazos y sartenes. Fuegos y hielos. Caldos y salsas. Cuchillos y cucharas. Lágrimas y risas. Van forjando el último sueño en la delicia que presentarás. Una mesa, un mantel de hilo, un plato blanco, unos cubiertos y unas copas.

    El comensal llega, se sienta, huele, mira, toca, escucha y saborea el sueño realizado. Un día de angustia, horas de trabajo, expectativa suscitada y la satisfacción de tu obra hecha a tu gusto. Todo el esfuerzo recompensado con la mirada que te dirige el comensal. Total complicidad  entre el sueño y el ensueño que le creas. Satisfacción total. 
    El plato de comida soñado es ahora deseado por todos. 
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  • Cabeza de mis Cosas

    Inseparables

    No hay nada peor que vivir solo, bueno sí, vivir solo y sin libertad. Nazco en África, donde la luz, el sol, el aire y la naturaleza son mi vida. Nunca hemos estado solos.
    Nuestra vida es una pasión de amor en nuestra especie, llena de colores y sonidos. Ya lo dijeron los griegos, amor de ave. Pero no solo por mi nombre sino por mi vida. Soy un inseparable empedernido. Nadie como yo para estar junto a mi amor, y nadie como ella para quererme tanto que pasamos más tiempo unidos que volando.
    Por lo que ya os he contado deberíais saber que soy y quién soy. Vivo en libertad atado casi a mi pareja, acurrucado en ella y ella en mi, nos acicalamos continuamente nuestros coloridos vestidos. Nuestra casa está hecha entre los dos, en los sitios más altos de las ramas. Y no en los huecos oscuros como hacen nuestros primos. ¿Y comer? Casi de todo lo que nos dan los vegetales, nuestros compañeros de vida. Nos dan sus frutos, sus semillas y las partes más tiernas.
    No os he contado todavía muchas cosas curiosas. El vestido es de tantos colores como el arco iris. Del rojo, amarillo, verde, azul, marrones, y mezclados. ¿Quién puede ir mejor vestido que nosotros? Somos tan inteligentes como nuestros parientes las Cacatúas. Y aún que no hablamos como los primos segundos, los loros, si podemos decir alguna palabra humana. Y hablando de humanos. ¿Sabéis que podemos ser lis mejores amigos vuestros? Solo necesitamos cariño y alimento. Ni rejas siquiera. Tendremos hijos, muchos cada vez hasta 8. Una locura. Como no.
    Y si uno de los dos muere es fácil que nunca busquemos otra. Es más, podemos entender que tú seas mi pareja a partir de quedarme solo. Pero no es bueno que este solo.  Y una cosa más. Mi nombre es Agapornis aunque tengo muchos apellidos. Pero de verdad como más nos gusta que nos llamen es Inseparables. Eso sí que nos define. Y si quieres saber si soy macho o hembra es mejor que lo haga un profesional. Somos tantos primos que cada uno tiene una característica diferente. ¿Sabes que nos gusta el agua? Y mucho. Hasta debajo de un grifo. Ja, ja, ja. ¡¡Que cosas!!

    Bueno disfrutar con nosotros. Os haremos compañía muchos años. Más de 15 a veces. Damos besitos. De verdad. 
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  • Cabeza de mis Cosas

    Las sílabas se juntan en poesía

    Sí algo hay seguro es que la primavera llega antes que el verano. 

    En el recuerdo desde el estío ves que el verdor del cereal se ha convertido mies. Que por muchos capullos que se corten siempre el color verde permanecerá debajo. 
    Recuerdas el olor de la rosa, el zumbido de la abeja, el perfume del amor revoloteando tu corazón. El vestido se acorta. 
    El color negro cambia a rojo y 
    las sílabas se juntan en poesía.
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  • Cabeza de mis Cosas

    Un Trabajo por fin

    El calor de este lunes es sofocante, ni abanico ni botella de agua.
    Las calles reflejan con más fuerza la luz del sol. Son pocos cruces hasta llegar, el esfuerzo agobiante. La gente anda muy despacio y esquivando el choque con otras. Buscan la sombra de tejados, de toldos y de las hojas verdes de algún árbol.
    El aire quema, la falda arde, y la blusa pegada al cuerpo hace resaltar sí cabe más mi sudor.
    Los tacones tan altos rojos casi me hacen resbalar. Ya llego. Dos pañuelos de papel me sirven para secar las gotas de mi pecho. Un pequeño peine acomoda mis rizos y el carmín recompone mis labios. Tengo que estar perfecta. Hoy es el momento. Llamo, me abre, me hace sentar y solo escucho que estoy contratada.
    Hace mucho calor, ahora sí sudo y mucho. Mis pechos están llenos de gotas que resbalan de mi cuello.

    Qué bonito es el sol. Qué gusto de calor. 
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  • Cabeza de mis Cosas

    Las Ascuas del Infierno

    No te metas en pieles que no son tuyas, ni pises ascuas que solo queman en el infierno. Escucha tus miedos y sal de ellos como si te pillara Fauno para embarazarte. Los látigos de las zarzas hacen menos daño que las cuevas de tu alma. Sientes tu ruina cómo la lava del volcán ardiendo por tus venas. Sangre violeta que brota de tus entrañas. Eres tan mala que ni el diablo quiere saber de ti. Olvida tu vida. Enciérrala en mil agujeros, rellenalos de tus vilezas y perversidades, pon candados y sus llaves te las comes. Ni es vida, ni mereces vivirla 
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  • Cabeza de mis Cosas

    Componente de Maldad

    Me dicen que escriba un relato corto de menos de doscientas palabras sobre un mundo mejor, ese mundo que me gustaría que fuera. Y la verdad, a mi edad lo he pensado muchas veces, ¿qué haría yo si volviera a nacer para mejorar el mundo en el que vivo ahora? Y la respuesta siempre es la misma, nada. Nada porque no tengo poder de cambiar las cosas, no puedo hacer nada por quitar la maldad de las personas, no hay quien les haga comprender que las cosas malas no deben hacerse. El mundo, es como es porque lo dominan unos seres que piensan y razonan pero en eso llevan su existencia, en el bien y en el mal. Es innato con el ser humano, el vértice de la pirámide de la vida en la tierra. Esa semilla que llevábamos dentro y siempre tiene dos componentes que ayudan a coexistir. Sí, si pudiera nacer de nuevo, me gustaría hacerlo en el mismo momento de poder extraer ese componente de maldad que todos ser humano llevamos dentro, y quitárselo. Solo así este mundo, quizá pudiera ser mejor, solo así.
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  • Cabeza de mis Cosas

    Solo Palabras

    Tenemos la facultad de ser las transmisoras de las ideas. De los conocimientos, de la cultura y sobre todo, de los sentimientos.
    Cuando nos crean fluimos fácilmente. Salimos espontáneas o forzadas, con lógica o dislocadas. Con expresividad o retraídas. Salimos con toda la fuerza que no bramando. Quieremos hacer sentir lo que nuestro creador quiere contar.
    El aire es el mejor vehículo por el que vamos todas juntas. Ninguna se pierde o transforma. Vamos contentas a veces, tristes otras. Lo que llevamos son ideas, noticias, sentimientos y unas veces son alegres y otras mohínas. Pero nunca somos las culpables de nada. Ni de la alegría o seriedad con que se nos acojan. Solas andamos, y es a nuestro creador al que tienen que comprender. 
    El problema siempre está en las formas, en los tonos, en las preguntas, en las afirmaciones o negaciones. En los sentidos, en los modos, en los giros y sobre todo en las intenciones de nuestro autor.

    Llegamos a las cabezas, al alma, al corazón a los ojos y oídos. Somos gritos o susurro. Somos delicias o desaires. Somos lo que somos. Palabras solo. Solo que nos tienen que crear para que nos entiendan bien. 
    Mejor todavía, para que ellos se comprendan bien siempre. 
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  • Cabeza de mis Cosas

    Vanidad

    Me quejo de mis dolores, Me quejo de mis miedos.
    Me quejo de mis soledades, Me duelen mis muertos,
    Y me duelen los vivos. Le pido ayuda a los vivos,
    Necesito de la gente, Y me doy cuenta que solo me necesito yo,
    Necedad vanidosa la mía, que solo me lleva al final de mi vida
    Ni muerto me doy cuenta que mi existencia se acabó
    Cada alegría, cada desgracia es ficticia.
    Todos los muertos son polvo
    Y no ríen, ni lloran, ni hablan

    Diversidad literaria IV tema libre  
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  • Cabeza de mis Cosas

    Dejarme vivir

    Uff. Que calor hace. Un poquito de lluvia o de agua fresca no me vendría mal. Pero mejor cuando el sol ya no me dé de cara. Así no me quemarán esas gotas que hacen de cristales de aumento. Queman y me destrozan mis vestidos verdes y mis sobreros amarillos. La verdad es que es el color que mejor me sienta, otras van de rojo, de rosa, y hasta de negras he visto por ahí, tan presumidas ellas. Son más exclusivas. Conozco a una persona que le encantan los sombreros negros y se las llevan.
    A mí me encanta este amarillo, me suena a luz, a oro, a brillo. Dicen que este color es el de la alegría, de la sonrisa. Y para presumir más todavía algunos dicen que este color es de sabios, de inteligentes y de genio. Yo no llego a tanto, pero sí que disfruto cuando me miran y se admiran. Me baja por mi cuerpo, en los días de primavera, unos olores deliciosos. Una fragancia que varía con la cantidad de luz que me da, con el viento que me arrulla, con el sentido que se acercan.
    Hay quien me canta, hay quien me pone música, pero sobre todo lo que más agradezco es el amor con el que me miman. Entonces sí que estoy feliz y se me nota, me abro entera, y lleno de luz y olor a todo lo  que me rodea. Con que poco cariño devuelvo tanto. Dejarme que termine mi vida donde nazco, daré mucho más que si me cortáis para unas horas.

    Soy un ser que vive y siente, y que quiere como el que más. Soy una rosa amarilla que solo quiere hacer felices a todos.
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