Dans Le Noir Una nueva experiencia sensorial
Una nueva experiencia sensorial. Una cena a ciegas. Una cena donde no tienes el sentido
de la vista, lo dejas en la puerta.
Ya de por sí te retuerce el alma. Pierdes tu sentido más importante para encontrar el resto de los sentidos. Alguno que crees que no existía.
Por partes.
El sitio.
No me sentí a gusto al entrar, lo vi falto de calor. Un decoración pobre y minimalista. Diría que justo de limpieza. El olor no hablaba muy bien. Del resto poco más. Dejas en una taquilla todos tus efectos personales, incluido el móvil, para evitar una foto, no en si por ella, sino por la luz. No puede ni debe haberla. Los responsables. Bien, correctos, Julie nos recibió muy amable, nos explicó perfectamente todos los detalles, los más nimios, y los más importantes. Nos solucionó, gracias a la informática, el problema del bono de regalo.
Los camareros.
Pilar, la camarera, invidente. Profesional total. El alma del evento, con un saber estar increíble, recordar los nombres de todos y en la situación donde nos fue colocando, algo que nos parece sencillo, pero que ninguno de nosotros hubiéramos podido recordar ni tan siquiera después de un rato de conversación con el resto de comensales. Y lo digo así por la forma en la que, sin comerlo ni beberlo, nos colocaron en una mesa alargada a todo el grupo, 10 personas desconocidas por completo, unas frente a otras, en una situación que puede ser incómoda para algunos. La colocación, lógicamente, es enfrentar a las parejas.
La sala.
Nada que decir, en cuanto a cómo era. Imposible adivinar su decoración y distribución. Salvo lo que se puede sentir por el resto de tus sentidos. Sí tengo que decir una cosa, fue un momento agobiante por el calor. Pedí una explicación y la respuesta fue que el aire acondicionado estaba roto. Tengo que creerles sin más remedio, pero sí fue muy decepcionante la situación, demasiado juntos, dándonos calor, en una noche en Barcelona soporífera.
Ya nos advirtieron del ruido. El exceso de ruido que producimos al hablar entre nosotros creyendo que el resto de comensales estaba a kilómetros. Llegaron hasta gritar. Demuestra que perdemos el equilibrio emocional con facilidad. Lo comparo cuando escuchamos música con los cascos y contestamos a una conversación hablada con un tono de voz tres veces más alto.
Una experiencia muy personal que ya sabía y que siempre tengo por norma, es tener siempre, y en el mismo sitio cada uno de los elementos de la vajilla y cubertería No dudaremos en ir a por ella, recordamos su posición y distancia. Los vasos, copas o botellas pueden volar sin querer.
La comida.
No puedo decir nada de su presentación. Colocada en los platos de una forma correcta. Pero sí tengo que extenderme sobre ella en cuanto a la calidad y diseño. Entiendo que los alimentos son de primera calidad. En el olor y sabor nada que objetar. Pero si en qué tipo de comida nos ponen en esta primera experiencia. Para mí muy desacertada. Excesivo frito, rebozado, demasiado profuso en variedad de especies, que desde luego hacen de esta cena una liturgia de competición al acierto de lo que estás comiendo o bebiendo. Muy poca cantidad que cada uno de los platos. Más parecía un menú degustación combinando de cualquier manera. Un entrante en el mismo plato con tres elementos (me permitís que no diga lo que son por si alguno se atreve a probar esta experiencia) que podrían haber estado como segundos o terceros. Y segundo plato con cuatro elementos donde se combinaba el pescado, la carne y la verdura. Y un postre de difícil explicación. Helado, hojaldre.
La bebida.
En nuestro caso vino. Tres copas diferentes de vino. Unos vinos de muy dudosa elección para el maridaje. Camuflados en excentricidad más absoluta, que ni el mismo somelier que los eligió supo, en una cata a ciegas, diferenciar un blanco de un tinto. ¿Y querían que unos aficionados a la mesa los descubriéramos? Vaya competición innecesaria. Yo voy a un sitio así a vivir una experiencia agradable. La calidad media baja con relación al precio. La excusa que da los responsables es el alto costo exigido en seguridad y en el personal. Imagino que no lo será en su decoración y mobiliario. Porque mesa de terraza, silla de plástico con agujeros, sin mantel, sin aire acondicionado pueden ofrecer mucho más de lo que dan.
El precio
Caro, muy caro para lo que nos ofrecen.
Los comensales que nos acompañan demasiado prudentes y diciendo al final que cuando empezábamos a cenar, lógico con la escasísima comida. Comenta la propiedad o responsables de la empresa que, en el precio, va incluida una cantidad de 14 euros por “el espectáculo”. No entiendo nada. ¿Qué espectáculo es cenar en una mesa, en estas condiciones?
Y ahora hablemos de, para mí lo más importante, la seguridad. Menos mal que mis diablos los dejé con mi mejor gintonic, felices y contentos, si a alguno le hubiera dado por portarse mal, la que podría haber liado. Un fuego, aunque pequeño, hubiera tenido consecuencias fatales. En ningún momento nos hablaron de sistemas de escape, de invención, de seguridad. Por mucho que digan que es uno de los mayores costos, nosotros no los sentimos. No quise, o no pude hacerlo público, en el momento de darme cuenta, ya sentado. Hubiera sido alarmante si me oyen. Así que opté por recordar ese maravilloso gintonic que les hice para que no se les ocurriera nada. Un fallo imperdonable.
Nos vamos con la cabeza dando vueltas, con una sensación contradictoria. La experiencia de perder el sentido de la vista me ha enseñado a descubrir ese otro sentido que “ver” cosas que no vemos con la vista. Yo podría decir que sabía las medidas de la sala al apreciar como la voz llegaba a las paredes.
Si todas las deficiencias las mejora otro establecimiento, yo seguro que vuelvo a vivir esta experiencia.
Asensio Piqueras.
19 de agosto 2017 a las 22:00
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